26 abril 2014

Gabriel García Márquez


- ¿Qué opina usted sobre los ovnis? -
Mi opinión sobre los ovnis es de sentido común: creo que son naves procedentes de otros planetas, pero cuyo destino no es la Tierra.

- ¿Cree en la posibilidad de la existencia de vida en otros planetas? -
Es conmovedora la soberbia de quienes afirman que nuestro planeta es el único habitado. Creo más bien que somos algo así como una aldea perdida en la provincia menos interesante del Universo, y que los discos luminosos que vemos pasar en la noche de los siglos nos miran a nosotros como nosotros miramos a las gallinas. 

 - ¿De dónde creen que proceden o quién los dirige? -
Los ovnis deben esta tripulados por seres cuyo ciclo biológico es desmesuradamente más amplio y fructífero que el nuestro. No se ocupan de nosotros porque acabaron de estudiarnos hace miles de años, cuando se hicieron las ultimas exploraciones del Universo, y no sólo saben de nosotros mucho más que nosotros mismos, sino que conocen inclusive nuestro destino. En realidad, la Tierra debe ser para ellos una isla de emergencia en los azares de la navegación espacial. 

- ¿Cree que se informa debidamente al público sobre el tema? -
No creo que haya una conspiración de las grandes potencias para ocultarnos la verdad de los ovnis. Eso seria atribuirles a los dueños del mundo más inteligencia de la que tienen. 

- ¿A qué atribuye esta persistencia de algunos científicos en negar, no ya la posibilidad de que existan naves extraterrestres, sino también el fenómeno en sí? -

Lo que pasa es que la humanidad no supo merecer la sabiduría de los alquimistas, que consideraban el laboratorio como una simple cocina de la clarividencia, y ahora estamos a merced de una ciencia reaccionaria cuyo dogmatismo ramplón no admite las evidencias mientras no las tenga dentro de un frasco. Son científicos regresivos que niegan la existencia de los marcianos porque no los pueden ver, sin preguntarse siquiera si los marcianos no serán los microbios que nos hacen la guerra dentro del cuerpo. Mientras la ciencia sea experimental – y no clarividente, como lo fue la alquimia y como sólo puede serlo la poesía en nuestros tiempos – la humanidad seguirá formando parte del reino de los percebes. Seguiremos viendo con la boca abierta esos discos luminosos que ya eran familiares en las noches de la Biblia, y seguiremos negando su existencia aunque sus tripulantes se sienten a almorzar con nosotros, como ocurrió tantas veces en el pasado, porque somos los habitantes del planeta más provinciano, reaccionario y atrasado del Universo.

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